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El plomo es uno de los principales contaminantes
del aire en las áreas muy pobladas e industriales. Este metal llega
a la atmósfera en forma de gas y de partículas microscópicas,
provenientes de la combustión de gasolina con aditivos organometálicos,
como el tetraetilo de plomo; por las emanaciones de las fundiciones (metalurgia
de plomo y fábricas de baterías) y por relaves mineros.
Para mejorar el poder explosivo de la gasolina
(elevar su octanaje) se le añade el tetraetilo
de plomo. Pero como deja residuos en la cámara de combustión
se le añade otro aditivo de limpieza (dicloroetano o dibromoetano),
el que reacciona con el plomo para dar origen a compuestos volátiles
que son emitidos a la atmósfera por los motores, en forma de clorobromuro
de plomo, y que contaminan el aire y causan daños a la salud.
Las gasolinas de alta eficiencia, libres de plomo, requieren mayor costo
y complejidad de refinación y, en consecuencia, son más caras.
Uno de los sustitutos más comunes es el etanol o alcohol etílico,
mezclado en un 15% con la gasolina.
Las partículas de los compuestos de plomo son muy pequeñas
(inferiores a dos micrómetros) y son fácilmente captadas por
los conductores, los transeúntes y los trabajadores de las fábricas.
Se acumulan en el organismo y producen el envenenamiento por plomo.
Los efectos para la salud son más intensos en niños hasta
los 5 años y se manifiestan en daños al cerebro. En los obreros
de las fábricas de acumuladores y algunas fundiciones se han detectado
efectos muy diversos, desde malestares generales, desórdenes en el
comportamiento fisiológico del organismo, daños cerebrales,
convulsiones, hasta la muerte. Las encías se ponen azules y se destruyen
los glóbulos rojos en la sangre.
EN
CONCLUSIÓN |
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Es imprescindible tomar medidas para evitar la emisión
de los compuestos de plomo al aire y agua. |
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